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Monthia Sancho Cubero

MONTHIA SANCHO

Monthia Sancho Cubero

(San José, Costa Rica).

Poeta, periodista y educadora. Laboró en el diario nacional La República como redactora y editora. También trabajó en diferentes periódicos alternativos y revistas internacionales.

Directora y fundadora de Estucurú Editorial.

Su obra ha sido traducida al inglés y al italiano, aparece en diversas antologías costarricenses de España y Estados Unidos.

Ha publicado los libros de poesía: Palomas de grafito (2015), Trance (2017) y El rastro de la grulla (2019).

Preside La Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Costa Rica.

 

Sin puerto

Estoy sin puerto,

se me ha perdido

en esta intersección

de desconsuelos.

Lo he visto lanzarse

tras el paso apresurado

de cinco golondrinas.

Empino el lápiz sobre estas lágrimas

que inundan mis dedos,

mientras tratan de sostener el tiempo

a pesar de sus hurtos y coartadas.

Estoy sin puerto

en el contorno de todo,

bajo las faldas de la noche,

abrazada al vientre del aire

y no quiero que nadie,

nadie

acuda a mi rescate.

 

De: Palomas de grafito (2015)

 

Frente a la locura

 

"El suicidio

es el sublime valor

de los vencidos"

Maupassant

A ellas:

poetas suicidas inconclusas

 

En mi partir

no llevaré los bolsillos

hinchados con piedras

ni he de regresar

al olmo como ceniza del verbo.

No deslizaré por mi garganta

cincuenta lágrimas de seconal

para sedar los duelos en mis sombras.

Ni caminaré

sobre la espuma salada

a la espera de la ronda luminiscente,

 

entre hipocampos y sirenas

que desdibujan el sendero al retorno.

Tampoco tendré el brío

para lanzarme al abrazo constringente

y arrullador del butano.

He de suicidarme, sí,

con el juego bucólico

de las letras,

con los puntos y las comas

y me pintaré suicida

con el arma oculta

del poema.

 

De: Palomas de grafito (2015)

 

Hierba indómita

Nunca creyeron

que yo fuera una de esas

que se abandona en el fango

para sorber resignada sus desconsuelos,

hierba indómita

tratando de esconder a ultranza sus harapos.

Una mujer que de vez en vez

hace orgías con la muerte

y sigue desafiando sus pupilas.

Pensaron que nunca

me había levantado

de la navaja de la ausencia,

del desamor y sus traiciones,

y que zurciéndome en mi claustro

–con algunos garabatos renacentistas–

fuera capaz de ahuyentar la agonía,

desfiladero que busca apagar

el hastío de mis pasos.

No suelo escarbar mi corazón en las vitrinas,

no quiero desplomarme ante esa hoguera.

Es suficiente tener que morir anticipada

entre el murmullo retorcido

de los malditos maxilares

que excorian con sus bocas de zarza

el quicio de mi espalda.

 

De: Trance (2017)

 

Desde el subsuelo

Yo sí veo desde abajo

el reverso de las piedras.

Siento el olor a desatino

y voces perturbadas,

por eso irrumpo

esta máxima a mi antojo.

Deambulo en un bosque animado,

lucho contra la locura teñida de cordura,

esa que se interna entre ariscos senderos

para apagar la fe de mi mirada.

He ceñido mi nombre a la zozobra,

identidad que desconozco,

pero ya poco me importa.

Cada noche

arribo a la muerte

con el sudario sobre el rostro.

La fila se hace larga

y aun nadie me espera.

Mañana leeré de nuevo

el reverso de estas piedras.

 

De: Trance (2017)

 

VII- I parte

Has encontrado tu sitio,

ya no deambulas por vidrios de fuego.

El trigo se voltea

para ver tu rostro,

cáliz sagrado que anuncia

con letras mudas el gozo,

la transformación de hoja oscura

en belleza mística que emerge

en los claros rectilíneos del bosque.

 

Tus pasos en diáspora anuncian

la presencia indulta de esa mujer

que no se negó a sí misma

ser hija de luz

 

y alumbró su camino

con la pólvora 

 

de su sangre.

 

 

Quizá Argos te lanzó

la sílaba deslumbrada

que por más

de treinta y tres mil noches esperaste

para trazar la ruta

hacia el encuentro.

O quizá

el poeta en su oración secular

esparció el agua bendita

desde el filo de tu falda

hasta la altura superlativa del aura,

para despojarte de ese halo oscuro,

ancla profana,

que te internó en el

hormiguero candente

de pájaros nocturnos

que codiciaron tus alas.

 

Tu recuerdo no vive en el exilio,

aquí

muchos amamos

el vuelo cabal de tus palabras,

no profanamos lo sagrado

ni esparcimos lodo en las verdades.

 

Sigue la luz del bosque,

y nunca, nunca

dejes de beber

el aroma del alba.

 

De: El rastro de la grulla (2019)

 

VII-II parte

Que nadie troque 

en la tierra,

la libertad de los poetas.

No ven que son como esos vegetales 

que germinaban en la pila de mi casa,

 

milagro nacido 

del vértice 

y de los resquicios del agua.

Sus costados

 son el trigo 

y la mañana.

Impacientes

 buscan el fruto

en la herida del naranjo, 

en una aguja, 

una abeja, 

un diagrama,

o quizá en

una ciudad real 

o imaginaria.

El poeta 

es cordero seducido,

efluvio de estrellas,

higuera que calma 

la furia salvaje del toro,

especie que no descuida 

las brevas 

ni sus higos,

a ellos defiende 

con espadas, 

vigilias 

y flechas.

Alegre o desplomado

se aleja del bullicio,

se interna en el filamento de su luz,

 

busca entre sus alas y detrás de los colores, 

 

en profecías 

y mil puertas,

el don que le ofrenda

 la palabra.

 

 

De: El rastro de la grulla (2019)

 

  

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